La belleza de admirarnos
Elegir mostrarnos, es un acto de fé, amor y valentía.
Acompaña a Maria Andrea en su experiencia del Drink & Draw (Naked) diseñado y guiado por Anabel Venegas en el marco de Casa Eroteca. “Cuerpos gozándose. Dejándose admirar. Admirando a otros cuerpos. Me sentía como en un sueño”.
Admirar, mirar algo con agrado, maravillarse. Vemos fuera lo que llevamos dentro, y porque lo llevamos, somos capaces de reconocerlo. Elegir mostrarnos, es un acto de fé, amor y valentía.
La Eroteca me convocó a una experiencia erótica y coincidió con la visita de un vínculo amado que estaría en la ciudad durante unos días. Cuando vi de lo que se trataba: compré dos boletos.
Me llegó un e-mail con el lugar, horario, código de vestimenta, recomendaban usar colores piel y ropa opcional. Muy opcional. Un espacio seguro que prometía albergar el amplio abanico de nuestros deseos.
La mitad del tiempo, unas personas serían modelos y otro grupo, dibujantes, y luego, intercambiamos. Así como en el buen sexo.
Tomamos el metrobús a la hora pico en la CDMX y caminamos. Desde la llegada a la sede, me inundó la sensación de juego, apertura y sensualidad, nos registramos en la entrada y cuando nos dieron paso al bar comenzó la provocación de conocer a las personas con quien íbamos a experimentar, estábamos en una sala exterior con techo y plantas en un espacio abierto. Ropa, piel, caras, sugerencias.
Nos fueron recibiendo personalmente dentro de la casa, dirigiéndonos a un cuarto al fondo, para transformarnos en las criaturas que quisiéramos ser esa noche. Taparnos o descubrirnos, lo que genuinamente quisiéramos. Cuerdas, antifaces, látigos, arneses, lencería, joyería, batas…Yo opté por quitarme absolutamente toda la ropa y ponerme una bata de tul transparente color turquesa con olanes en las orillas y mangas largas hasta el piso, de la diseñadora Alana Mosh. También usé un body chain dorado de la marca Jugos + licuados con cristales naturales y pinzas para los pezones que me hacían sentir como Cleopatra en primavera.
Después, nos dieron la bienvenida a un espacio con música en vivo, atmósfera de flores, luces tenues y cálidas. Anabel usaba un arnés y una boa frondosa, emanaba la sensación de firmeza y suavidad al mismo tiempo; así frente al grupo nos explicó las reglas del juego y se puso a jugar también. Qué delicia ver a Iraís y Anabel disfrutando de su creación, guiando el encuentro con su ejemplo. La temperatura comenzó a subir en el cuarto, abriendo las puertas a todo nuestro erotismo.
Elegimos un rol y nos pusimos a jugar. Se sentía como electricidad en el aire. Posaba sin saber bien a quién modelaba o dónde querían que me quedara. Nos seguimos moviendo. Shibari, elegancia, fuerza, sensualidad, flexibilidad, fricción, piel, manos, pies, bocas, jadeos, miradas, risas, besos, caricias.
Caras conocidas y caras nuevas. Cuerpos gozándose, dejándose admirar. Admirando a otros cuerpos. Me sentía como en un sueño. Me gusta mucho ver, sentirme vista es más delicado.
Opté por modelar primero y dibujar después. Los deseos se movían, nada era estático, menos la sensación de mi cuerpo. Eléctrico.
Dibujé algo muy abstracto, estaba sintiendo demasiadas cosas y fue difícil concentrarme. No importó, mi lápiz seguía haciendo movimientos en el papel y el acto de observar pasivamente también se volvió movimiento. Personas espectaculares. Coqueteos. Muchas risas. Quiero más de esto. Mucho más y para siempre.
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MONICA GARCIA —
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